lunes, 28 de marzo de 2011

Perfil medio del "87ista"

Durante los últimos dos años, mes arriba, mes abajo, se estuvo preguntando que seria eso de hacerse mayor. Las diferencias son sútiles, insignificantes.
Ejemplo práctico. Su mente aun no ha evolucionado. Ha envejecido, pero se resiste a envejecer.
Recuerda...
Antes la sucesión de dias que iban del lunes al viernes tenían sentido. Existia un micromundo, un lugar en el que él tenía su raigambre, su lugar, sus quehaceres. Veía a la gente, se levantaba temprano, tan temprano que a veces ni era de día. Sus padres le miraban durante el desayuno y se sentia alguien con algo que hacer para llegar a ser algo. Salia, solo, con su música. Iba en el metro, solo, concentrado en la trascendencia de esa música que con los años dejaría de escuchar. Las horas pasaban volando, hablaba con gente, gente que le caia bien, gente que le caia mal, gente lista, gente estupida, gente que no olia bien...Todo un mundo, sin duda.
No era especialmente importante el aspecto, habia granos, complejos, gente en la edad del pavo y gente pavoneandose, chicas a las que miraba sin atreverse a hablar, y también chicas con las que hablaba sin atreverse a mirar. Balones, sudor, chicas que le ignoraban, que le partian su joven y aún debil corazón. Entonces nada duraba más de lo que duraba un curso, un fin de semana, un verano.
Su cuerpo caia al suelo, se golpeaba, sus rodillas se magullaban, y el pelo aún no era una preocupación. Tampoco la barba. El creia que esos dieciocho pelos correctamente cortados y posteriormente cultivados le hacian merecedor de proclamar su original perilla.
Fue primero el chico cabrón que se ligaba a las chicas cuando sus coetaneos andaban comiendo hormigas por ahi, después pagó su crueldad adolescente con una juventud de continuo rechazo por parte de las extraterrestres que comenzaban a pintarse, despuntar, y sobre todo hablar con cualquier otro joven. Nada fuera de lo común. Perteneció a la mejor clase, la de los perdedores, los frikis, los desheredados, los violentos, los cabroncetes pero finalmente provechosos estudiantes.

Esto era, es y será su juventud, y la de tantos otros. No había nada serio. La economía daba igual, todos estaban pelados. Las chicas, bueno, no eran realmente necesarias aún. La apariencia...quizas en otros grupos, no en el suyo. La política...todos hablaban desde la ingenuidad de la ignoracia y la pasión de la juventud. El alcohol...era gracioso. Y más, y más...

Hoy tiene entre una cuarta y una tercera parte de la vida ya vivida. No es futbolista, millonario ni erudito. Ha perdido pelo, amigos y familiares. Ha ganado alguna cosa, además de kilos y saber estar. Su cuerpo protesta tras una noche de cervezas. Ha dejado el tabaco, al que algún dia juro amor eterno. Ha perdido la pasión de la juventud, y aunque conserva buenos amigos, la relación ha cambiado, es diferente. No peor, diferente, más compleja, con entresijos, dobleces y variantes que antes no se contemplaban. Algunos se han ido, otros han abandonado.
Su semana es monotona. No es nada, no es nadie, pese a tener libros, letras y años de estudio en la retina. Hay menos ilusión, entusiasmo. Hay menos dinero, menos trabajo. Hay menos fines de semana de escapada, menos aislamiento rural.
Pero sigue sin entender que es eso de hacerse mayor. Se ve asaltado por una sensación contradictoria. Todo lo perdido, reducido, no logrado, le produce añoranza, vacio, pero a la vez se siente la persona más afortunada del mundo por haberlo vivido. Al menos ha tenido una buena vida, se dice, mientras sigue dandole vueltas a lo de hacerse mayor.
Al final, tras largas horas de estrujamiento cerebral se da cuenta que es bastante estúpido perder el tiempo con la cuestión, la respuesta no es importante, decide, mientras haya alguien a quien a llamar, alguien a quien contarle todo esto, alguien con quien emborracharse, o, en definitiva, alguien más.

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